Punto débil
Estuvieron flotando en el bote por varias horas. De un momento a otro, el agua se puso turbia y enseguida la vieron emerger: la gigantesca ballena por fin apareció. Se dirigía hacia ellos y Pinocchio le gritó a Geppetto que remaran a prisa, en otra dirección para esquivarla, pero el viejo no le hizo caso y, en vez de eso, enfiló el bote hacia ella. Fueron tragados. En la oscuridad de las fauces, Pinocchio le reclamó:
-¡Me trajiste hasta acá porque según eras el mejor cazando ballenas y mira dónde acabamos! ¿Ahora qué vamos a hacer?
-Cállate y sígueme.
-¡Espera! ¿A dónde vamos?
Caminando a través de la garganta del gigante, Geppetto desenfundó el cuchillo que guardaba en el chaleco y mirando a Pinocchio a su lado, le dijo:
-Debes saber, muchacho, que todos, hasta las ballenas más monstruosas, tenemos como punto débil el corazón.
El escritor
Son casi las cuatro. Es otra madrugada que se le va en lo mismo. Ya dejó de teclear y el párrafo ha quedado a medias. Se recarga sobre el respaldo de la silla con el cansancio encima. Mira a cualquier lugar y a ninguno a la vez. Está cansado de todo. ¿Sería mejor continuar por la mañana? [Cerrar. ¿Desea guardar los cambios que ha hecho en el documento?] Se frota la barba. [Cancelar.] Pone ambas manos en el teclado nuevamente. Le habrá venido la inspiración, un chispazo o quizás una buena idea para desarrollar después:
[<<Recordatorio personal: Ojalá pronto empieces a escribir algo que te dé de vivir y no sólo de comer.|>>]
[Cerrar. ¿Desea guardar los cambios que ha hecho…?]
Por los siglos de los siglos
Se despertó en la madrugada y fue a pararse frente a la ofrenda. Una lágrima suya cayó en la mesa y otra sobre su ropa. Tomó el retrato que estaba entre el mezcal y una de las veladoras que alumbraban la sala; lo abrazó fuertemente contra su pecho. De pronto, un soplo suave desvaneció las flamas y sintió que se le iba soltando la ropa de dormir. Cerró los ojos, casi como un reflejo o como si las memorias de su cuerpo de noches pasadas hubieran emergido en el momento. Devolvió el retrato al altar y se dejó besar, primero el cuello, después un hombro y luego, muy despacio, la espalda. Se rindió al abrazo y se entregó al aliento de una presencia imborrable que, a pesar de la sustancia, sabría cómo amarla por los siglos de los siglos.
Paul Berssey é compositor e escritor mexicano. Diretor musical dos seus próprios projetos emergentes. Foi coordenador e compilador de …y nunca bailamos solos , uma antologia de poesía e narrativa de jovens escritores mexicanos. Atualmente mora e desenvolve o seu trabalho artístico em BH, MG.